por: Jorge Guldenzoph
Estamos acostumbrados a observar la situación mundial y su devenir a partir de hechos puntuales como pueden ser crisis y conflictos políticos, económicos o sociales o a partir de análisis globales de la política internacional.
No obstante si analizamos desde un ángulo diferente podríamos encontrar que la humanidad ha enfrentado desde el fin dela II Guerra Mundiala estos los primeros años del siglo XXI, tres grandes retos o desafíos.
Un primero es el avance de las teorías materialistas. La base religiosa de la civilización, especialmente la occidental, sufrió un embate en los últimos siglos por parte de doctrinas materialistas y ateas que vaciaron de contenido, propósito y santidad a la vida humana, La amenaza más grande estuvo representada por la ideología marxista-leninista. Pese a quela Guerra Fría concluyó eso no significó que la democracia capitalista se viera libre de la influencia materialista, sino todo lo contrario.
Aunque las más importantes naciones democráticas industrializadas no enfrenten una ideología materialista tan elaborada como la que significó el marxismo y sus posteriores agregados, lo cierto es que perdura aún la influencia de diversas teorías que de una manera u otra siguen teniendo gran peso en la educación, la cultura, influyendo en gran y diversas formas en el comportamiento humano y social. Podemos decir que ya sea a través de la influencia de teorías filosóficas, científicas o biológicas, o de un estilo de vida donde priman el relativismo cognoscitivo, el moral, el énfasis en lo material, el individualismo (que es una desviación de la afirmación válida de la individualidad) y el hedonismo, las sociedades se alejan de los valores espirituales.
Externamente la sociedad avanzo en gran forma. Constatamos fácilmente avances científicos y tecnológicos; nos sentimos asombrados por los avances en el campo de las comunicaciones y la informática; y el mercado y la sociedad de consumo se ha ensanchado, pero nada de eso ha resuelto las peores lacras de la civilización humana. Con el comienzo del siglo XXI la gran deuda pendiente que los humanos tenemos es la necesidad de una reforma espiritual que traiga una sincera, viva, real fe en Dios, en los valores espirituales y éticos y un entendimiento de la dimensión eterna de la vida.
Un segundo desafío que es consecuencia del anterior son los fenómenos de decadencia moral y social.
Aquellos problemas que de una manera u otra fueron la justificación para el resentimiento social del cual las teorías revolucionarias se alimentaron siguen en gran medida allí. Gran parte de las disyuntivas axiológicas y sociales que la sociedad humana enfrento durante la época dela Revolución Industrialen el siglo XIX, las enfrentamos también hoy en el escenario de otra gran transformación social. Por demás, la decadencia de los valores y de instituciones como la Familia y la Escuela están marcando duramente nuestra época. Nos enfrentan así a la responsabilidad de salvar a dichos valores y a la Familia y Educación, bajo el riesgo cierto de vivir en una sociedad donde la corrupción moral, la ilegalidad y seguramente la tiranía nos traigan sufrimientos mayores.
Finalmente un tercer difícil desafió es alcanzar una sincera y vigorosa armonía y cooperación entre las religiones.
Hay en el mundo actual una profunda angustia por las dudas existenciales y por respuestas espirituales. Aún la ciencia buscando respuestas se introduce en reflexiones filosóficas y religiosas. En la democracia los fenómenos sociales que desbordan la capacidad de resolución por medio de la política o economía esta abriendo la mente de los líderes, ya sea por convicción religiosa o por pragmatismo, al valor de la religión y sus enseñanzas como guía moral para que la sociedad enfrente y supere dichos fenómenos. También el agravamiento de la situación mundial esta “obligando” a darnos cuenta que sin un enfoque y “armas” espirituales no podremos asegurar un futuro con seguridad y paz.
La historia no dice otra cosa que la génesis y cenit de las civilizaciones está vinculada estrechamente a la religión y que la decadencia de esas mismas civilizaciones está vinculada al alejamiento, en primer lugar por las elites gobernantes, de los valores que esas religiones enseñan. Un renacimiento social en el ámbito mundial es impensable sin un renacimiento religioso, espiritual y ético. Es más, una paz mundial, sincera y duradera, es impensable sin ello.
|Por ello, el más grande desafío es el diálogo, armonía, cooperación y unidad entre las religiones. Las religiones tienen el deber enseñar sobre el Dios viviente; acerca de cómo tener una relación cierta con Él; de guiar a los seres humanos hacia la virtud, la excelencia espiritual y moral y a unir a todos los seres humanos como hermanos en una gran familia más allá de razas.
La religión verdadera no vive para su propio beneficio sino que enseña a todos sin excepción vivir por el bien de los demás sin importar la fe religiosa que se tenga. Nunca puede convertirse en un fin en sí mismo sino sólo debe aspirar a ser el medio apto para realizar la voluntad del único Dios, del Dios de todos, nuestro Padre Celestial.
Me parece apropiado lo que dijo años atrás el fallecido Juan Pablo II ante una delegación de clérigos musulmanes iraníes con los cuales se encontró en Roma. El señalo que: «Hoy hay una especial necesidad de diálogo, comprensión y cooperación entre las grandes religiones mundiales, especialmente el Cristianismo y el Islam». Siguió diciendo: «La religión está realmente llamada a construir puentes entre individuos, pueblos y culturas, a ser signo de esperanza para la humanidad” Concluyó invocando: «Que Dios Todopoderoso bendiga vuestros esfuerzos y otorgue a toda la humanidad la valentía y la fortaleza para abrazar la verdad, la justicia, el amor y la libertad como verdaderos pilares de la paz”.
Hoy las religiones para recuperar su liderazgo moral – que de hecho en gran medida han perdido – deben actuar con la valentía rompiendo todas las barreras ficticias construidas por los seres humano como fruto del egoísmo, de corazones mal formados, de resentimiento, y prejuicios, y actuar con corazón y grandeza.